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La gestión judicial como un cambio de actitud

Silvia M. Seguro

1.- Introducciòn.

Mucho se ha escrito y desarrollado, respecto de esta cuestión en los diferentes fueros e instancias que componen el poder judicial.

El presente trabajo tendrá por norte, abordar aspectos salientes de la “gestión”, con el único propósito de aportar algunos lineamientos que, en mi criterio poseen directa y abierta correspondencia con un funcionamiento más fluido y eficaz.

Compartiendo criterios vertidos en distintos trabajos y disertaciones del Dr. Julio Armando Grisolía, en orden a la necesidad de la toma de conciencia de los cambios, así como la búsqueda de su modo de implementación, fuere ello desde lo tecnológico, lo procedimental o, bien desde la actualización del procedimiento, asaz, lo cierto y verdadero estriba en que, necesariamente todo ello encuentra como piedra angular al ser humano, sobre el que reposa la tarea que le compete.

Así y entonces, este trabajo hará foco de lleno sobre las cuestiones de relación personal de aquellos que interactúan bien que, de modo jerárquico o transversal en los planteles en los que les toque desarrollarse.

Es decir que, la herramienta por excelencia se compone de personas, las que, debidamente estimuladas puedan hallar su potencial y expandirlo en su máxima expresión.

Entonces, la generación de un cambio cualitativo, esto es, poder inervar sus condiciones, ora naturales, ora aprendidas, para aplicarlas a la eficacia en el producto de su trabajo, resulta el desafío a enfrentar.

En tal rumbo, será preciso comenzar puntualizando aquellos tres grandes aspectos que resultarán materia de específico tratamiento, a saber:

1.- El liderazgo.

2.- La conducción.

3.- La comunicación.

 

2.- El liderazgo.

Se tiene dicho que el liderazgo es difícil de definir, pero fácil de reconocer. En conceptos pretéritos se tomaba y equiparaba al líder con quién más sabía sobre determinada materia. Esto es sólo cierto en parte pues, el liderazgo no sólo se instala en conocimientos técnicos sino que, además, requiere de otros elementos que lo integren y lo doten de completitud.

Por caso, un auténtico líder amén de estar en una situación de superioridad de conocimientos, debe entender cómo motivar y guiar a los suyos movilizando sus energías, teniendo en miras –además- sus aspiraciones. No basta entonces, el carisma o prestigio que pueda poseer, deberá transmitir su propia convicción, su fé y confianza en lo que se encuentre realizando junto a la firmeza, a través de la cual traccionará a su grupo en pos del objetivo común.

El líder, a no dudarlo, “predica” con el ejemplo. Así su afán de estar en permanente aprendizaje y evolución incidirá de manera decisiva sobre aquellos que se encuentren a su cargo, involucrándolos en tal conducta superadora, pues va de suyo que, su actividad y su condición dará lugar a efectos sobre sus conducidos que, hallarán sentido -aún desde lo emocional- al seguimiento y, hasta si se me permite, su emulación.

Ahora bien, en una primera aproximación al tema desde lo institucional, resulta menester destacar algunos conceptos aplicables en el caso: aquello conocido como sinergia institucional que, entre un cúmulo de otros aspectos, requieren de la claridad de los objetivos que persigue la organización, sin dejar de lado, ni perder de vista las necesidades básicas del grupo, y de la buena comunicación con otras áreas institucionales, armonizando así su funcionamiento, evitando los clásicos “malos entendidos” y las fisuras comunicacionales que, en definitiva, derivan en la fractura del conjunto.

El conocimiento de las realidades de cada uno de los integrantes del grupo define también el verdadero liderazgo.

Conocer situaciones individuales resulta en definitiva, contar con información valiosa, al momento de confiar a cada cual una tarea específica, pues estando el líder al tanto de las posibilidades y del contexto de cada uno de las personas que conforman su grupo, se facilita la decisión del posicionamiento y tarea a encomendar. De suerte tal que, específicamente, la calidad de la tarea se vea y resulte mejorada.

 

3.- La conducción.

El líder, necesariamente conduce. Es que, resulta inherente a su condición la toma de decisiones, como su implementación, llevando adelante las acciones que resulten ser la necesaria derivación de las mismas.

Entonces, el liderazgo en la conducción se presenta como una sucesión y sumatoria en las que participan de inicio, el aprendizaje de la tarea a desarrollar, concibiéndola como el equivalente a sus resultados, y por último, el clima en el cual se desarrolla toda la actividad. El aprendizaje se cimienta sobre tres pilares imprescindibles.

En primer término, la autogestión y auto capacitación, seguido por la promoción de la autonomía que realiza el conductor en su grupo y, por último, el entrenamiento o capacitación que bien puede estar directamente a su cargo o, en algunos casos, y según los estamentos jerárquicos, a cargo de funcionarios más próximos al líder.

Al referirme anteriormente al “clima” en el cual se desarrolla la tarea específica, debo necesariamente, desagregarlo en tres aspectos fundamentales.

Primeramente el “hablar claro”: un genuino conductor allana su lenguaje a fin de ser cabalmente interpretado, es decir, el mensaje de una orden impartida, no debe admitir imprecisiones ni vaguedades. La premisa ha de resultar sencilla, íntegra e indubitable.

Luego de ello, aparece la capacidad de gestión del conflicto. Así y, ante la presencia de un problema intra-grupal, el líder atento, sabe detectarlo en su estado embrionario y dirimirlo precozmente evitando con ello, que el mismo adquiera dimensiones de dificultoso manejo posterior, aclarando debidamente las eventuales razones que dieran origen al mismo, reacomodando personal y funcionalmente la orden que se impartiera.

Como tercer y última premisa en la que, decididamente abreva el punto anterior se encuentra la fijación de reglas claras. Ello y pues, al delimitar con la mayor exactitud posible los objetivos, las misiones, funciones y roles, la posibilidad de la generación de un conflicto en la gestión tiende a disminuir de manera notable el margen de su existencia misma, evitando así, inconvenientes, irregularidades, equívocos.

 

4.- La comunicación.

Como sostuviera a lo largo del presente, el líder necesariamente conduce y además, comunica. Se trata de otro aspecto imprescindible el liderazgo.

Tan vital resulta la comunicación que sin ella, todo buen propósito naufragaría.

Podría definirse como aquél vehículo lingüístico que permite el entendimiento entre semejantes. Su efectiva aplicación resulta necesaria, como viéramos, la existencia de pautas preexistentes claras, de un clima apto, y de un contexto propicio.

La comunicación eficaz, abierta y fluida, en un marco de respeto y confianza, brinda la genuina posibilidad de crear un espacio de reflexión y, en tal marco como resultado, aparecen la capitalización de las experiencias, el necesario aprendizaje que ello conlleva, dando lugar a la posibilidad de un trabajo eficiente y brindar un eficaz servicio de justicia.

La carencia o inexistencia de tales ámbitos comunicacionales, resultan contraproducentes, pues generan estereotipos obsoletos ante la ausencia de una verdadera interacción y es como se dificulta la gestión en su máxima expresión, derivando en círculos cerrados donde no se comparte la tarea y se utilizan criterios personalistas.

 

  1. Reflexión final.

A modo de colofón y, sin perjuicio de continuar en otras publicaciones los temas aquí sucintamente abordados, la finalidad de este trabajo, apunta a la concientización de la otredad, entendiendo con ello, que detrás de cada expediente, de cada petición existe una circunstancia humana que atender.

Y, en rigor, para brindar la mejor respuesta, es imperativo apuntar a la excelencia que, decididamente, debe darse de dentro del poder judicial, hacia a la sociedad.