La Neuroergonomía Cognitiva como factor clave en la PROVENCIÓN de los Riesgos Laborales, motivados por el Cambio Climático
Viviana Laura DIAZ[1]
La Neuroergonomía es una disciplina que combina los conocimientos de la neurociencia (el estudio de las funciones del cerebro) y la actuación humana.
Su objetivo es conocer como la tecnología incide en las capacidades y limitaciones de las personas para que puedan trabajar con eficacia y seguridad en los diferentes contextos cotidianos.
Ciertamente, hoy la tecnología ha podido prevenir las fallas de los artefactos, pero es el factor humano el responsable de los accidentes y siniestros que mayoritariamente se relacionan con el ambiente.
Su puesta en valor consiste en utilizar los descubrimientos sorprendentes del cerebro humano y el funcionamiento fisiológico, tanto para informar el diseño de las tecnologías en el lugar de trabajo y el hogar, como para proporcionar nuevos métodos de entrenamiento que mejoran el rendimiento, amplíen las capacidades y optimicen el ajuste entre personas y la tecnología.
J.M. Faverge inició el camino en la década de 1950, pero fue Jacques Leplat, en su obra: La Psicología Ergonómica, editada en Barcelona en 1985, quien introduce el concepto de neuroergonomía cognitiva. El mismo se define como el conjunto de conocimientos neuropsicológicos pertinentes al análisis y a la solución de problemas ergonómicos desde el enfoque de la Ergonomía de la Actividad, Este enfoque considera los comportamientos y los razonamientos que se presentan en las situaciones cotidianas, desde la perspectiva de la utilización que hace la persona de la tecnología y no desde la tecnología en si misma.
El cerebro, órgano físico, plástico y maravilloso, cuenta con un equipo de timoneles de lujo: los Lóbulos Frontales. Los mismos, están situadas en la parte anterior y constituyen aproximadamente un tercio del cerebro humano, lo que representa el mayor volumen de superficie cortical de todos los mamíferos superiores.
Se dividen en dos áreas, la corteza frontal y la prefrontal, para diferenciar las zonas posteriores y anteriores respectivamente. Los lóbulos frontales, y sobre todo la región prefrontal realizan las funciones más avanzadas y complejas del cerebro, las denominadas funciones ejecutivas, las que nos hacen humanos.
Desde estas funciones, la neuroergonomia aplica a los riesgos laborales es decir a la posibilidad que un trabajador sufra un determinado daño, sea que se trate de enfermedades, patologías o lesiones sufridas con motivo u ocasión del trabajo.
Resulta entonces esencial analizar cuáles son los elementos que determinan la relación entre la neuroergonomia y los riesgos laborales.
El primero de ellos es la PERCEPCIÓN DEL RIESGO y su contrapartida el EXCESO DE CONFIANZA.
En ocasiones las personas se enfrenten innecesariamente a riesgos, aun siendo conscientes de su existencia. Es que el subconciente, aquel que tenemos guardado, “escondido”, en nuestra consciencia, y no lo podemos ‘ver’ a simple vista, alberga una serie de esquemas que pueden actuar erróneamente limitando los mecanismos de autodefensa y cegando las alertas que el individuo podría recibir en situaciones de plena conciencia.
Gran parte de las actuaciones de las personas son respuestas derivadas del subconsciente y de la información que llega al nivel de conciencia. Es obvio pensar que ante una menor percepción del riesgo respecto a una situación, más se bajará el nivel de alerta del trabajador y por tanto, existirá una mayor probabilidad de ocurrencia de un accidente.
Según la literatura actual, la evaluación del riesgo se contempla básicamente desde dos perspectivas. Una, donde se considera el riesgo como una característica objetiva de las condiciones de trabajo y otra, donde se considera el riesgo como una valoración subjetiva del trabajador.
Estas dos perspectivas consistirían en dos visiones reduccionistas del fenómeno. Tanto el “realismo ingenuo” (el riesgo como una característica objetiva) como por otro lado, el «relativismo cultural» (el riesgo como una valoración subjetiva) pero ninguna de las dos es suficiente para gestionar el riesgo. Por eso desde la neuroergonomía cognitiva, se sostiene la posibilidad de unificar ambas posturas.
Cuando una persona se enfrenta a una situación en la que tiene que decidir qué acción llevar a cabo, no puede descartarse la posibilidad del error (el hombre en su continua lucha contra la incertidumbre). A veces se cree que un buen procedimiento de toma de decisiones debe estar basado en un proceso de razonamiento “lógico” que lleve a optar por la opción correcta.
Sin embargo, este mecanismo de toma de decisiones no es el más ampliamente utilizado, incluso en situaciones en las que las circunstancias nos apremian . Por el contrario, el hombre dispone de otro mecanismo, mucho más antiguo y que posiblemente sea la base de cognición humana, que es la emoción. Es fundamental entonces, tener la capacidad de predecir y de controlar el poder modulador y creador de la emoción en los procesos de percepción de riesgo y toma de decisiones en tales situaciones.
Podríamos entonces aseverar en este punto, que contar con un entrenamiento en GESTIÓN DE EMOCIONES, nos permitiría atesorar mejores respuestas para PROVENIR, los riesgos laborales. Hablamos de PROVENCIÓN, porque buscamos un paso más que advertir que algo pueda ocurrir, buscamos contar con herramientas, con prácticas que nos permitan accionar frente a la situación de riesgo.
Sabemos que todos percibimos estímulos de manera diferente , en función de la experiencia previa que hayamos mantenido con ellos. Por lo tanto, la emoción enlazada a ese estímulo facilita, es decir, el proceso de atención no se convierte en un proceso pasivo sino en un proceso activo, donde el ser humano percibe y da sentido a lo que le rodea en función de su historia experiencial.
La neuroergonomía cognitiva permite conocer si la persona estará o no predispuesta a tener un problema de conciencia de la situación.
Hoy nadie cuestiona el relevante papel de las emociones en la comprensión de la actividad humana. Gracias a la reacción emocional, nuestro cuerpo y nuestra mente se preparan automática e involuntariamente para responder a una situación de la mejor manera posible. Las emociones afectan a nuestra manera de ser y pensar sobre el mundo.
La cognición es un derivado de la emoción, de modo que las emociones influyen en la atención, la memoria y el razonamiento lógico, es decir en nuestras funciones cognitivas.
Las emociones conforman un gran catalogador que determinan qué datos recordar y a qué prestar atención, teniendo en cuenta que nuestro cerebro no está hecho para RECORDARLO TODO. De esta forma, nos apartan de un pensamiento determinado para prestar atención a otro que emerge como más importante, por eso, el proceso de toma de decisiones se ve influenciado por las emociones.
El neurocientífico Antonio R. Damasio demostró que pacientes cuyas lesiones han dañado la corteza prefrontal íntimamente relacionada con las emociones, son incapaces de tomar decisiones no basadas en la lógica, originando elecciones vitales catastróficas para sus vidas..
A la hora de tomar una decisión, los componentes clave se desarrollan en nuestra mente de forma instantánea, esquemática, y en la práctica simultáneamente, demasiado de prisa para que los detalles estén claramente definidos.
Pero antes de aplicar ningún análisis de costo/beneficio a las premisas, y antes de razonar hacia una solución del problema ocurre algo muy importante: cuando el resultado malo conectado a una determinada opción de respuesta aparecen en la mente, por fugazmente que sea, se experimenta un sentimiento desagradable, en nuestro interior, en las entrañas.
De este modo, podemos explicar la hipótesis del marcador somático, del Dr. DAMASIO. El mismo propone que un estado somático (tanto visceral como no visceral), negativo o positivo, causado por la aparición de una determinada representación, opera no sólo como un marcador para el valor de lo que se representa, sino también como un amplificador para la atención y la memoria funcional continuadas.
Los acontecimientos riesgosos son visualizados por señales que expresan que el proceso se está evaluando, positiva o negativamente, por la persona. El cuerpo exhibe esas señales, las muestra, nos habla, el cuerpo sabe, solo habrá que saber escucharlo…El marcador somático consigue forzar la atención sobre el resultado negativo al que puede conducir una acción determinada, y funciona como una señal de alarma automática que dice: atención al peligro que se avecina si eliges la opción que conduce a este resultado. La señal puede llevarnos a rechazar, inmediatamente, el curso de la acción, con lo que hará que elijamos entre otras alternativas.
La idea del marcador somático es compatible con la noción de que el comportamiento personal y social efectivo requiere que los individuos formen “teorías” adecuadas de su propia mente y de la mente de los demás. Sobre la base de dichas teorías podemos predecir qué teorías están formando los demás de nuestra propia mente.
El detalle y la precisión de dichas predicciones son, desde luego, esenciales cuando nos enfrentamos a una decisión crítica en una situación riesgosa. La neuroergonomía cognitiva se centra, en consecuencia, en el proceso global de actividad humana, incorporando el eslabón fundamental que falta: el proceso de evaluación emocional como base de los procesos cognitivos
Desde la ergonomía cognitiva se hace mención a la existencia de procesos cognitivos que están directamente relacionados con la aparición del Error Humano.
La atención o la memoria funcional u operativa del trabajador aparecen como factores importantísimos a la hora de establecer procesos donde el supuesto procesamiento de la información se ha interrumpido o tergiversado, y por lo tanto, ha desembocado en un simple error de producción, un accidente laboral o una catástrofe. Hasta aquí operaba la ergonomía cognitiva actual.
La neuroergonomía cognitiva aporta la visión de los procesos que existen por debajo de esos llamados procesos cognitivos superiores que van a ser, ciertamente, los que van a determinar la acción de la persona. Sabemos que la atribución y el mantenimiento de la atención y la memoria funcional no ocurren en el vacío, sino que detrás se encuentra la emoción, en forma de marcador somático, sirviendo como un amplificador para la atención y la memoria funcional continuas.
El cerebro humano no está diseñado para realizar tareas monótonas y de falta de cambio por lo que, debido al diseño del cerebro, se desencadena un proceso de economía de recursos apareciendo los conocidos automatismos. En este sentido, definimos la descontextualización como “la pérdida de conciencia del marco en el que se realiza la actividad debido a la habituación o pérdida de fuerza del marcador somático”.
Conociendo la existencia del fenómeno de la descontextualización en diversos sistemas hombre-máquina, podemos evaluar dichas interacciones para poder lograr diseños que faciliten lo menos posible la aparición de este fenómeno
Ciertamente el cambio climático genera nuevos riesgos, con fuertes implicaciones en el sistema productivo y la salud pública.
La actividad humana deteriora cada vez más la biósfera, la atmósfera, los océanos, los continentes, los ríos y los suelos. Durante el confinamiento del Covid-19, y como consecuencia del freno al transporte y la actividad industrial, se pudo comprobar que el aire se había vuelto nuevamente puro y el cielo azul, y la naturaleza parecía renacer. Esa experiencia de consumir un poco menos también fue acompañada de una aceleración del uso de las tecnologías digitales, el teletrabajo y el big data.
La globalización de los intercambios se reanudó con el fin del confinamiento, pero la conciencia de pertenecer a una comunidad humana aumentó, por suerte.
Podemos preguntarnos en qué medida las crisis recientes, las venideras y también las catástrofes naturales, cada vez más numerosas, serán una ocasión para proponer modos de democracia participativa y una búsqueda de soluciones a escala local frente a los desafíos ecológicos: agroecología, industria verde, remanufactura de productos, reducción de los desechos, gestionar el agua de manera ecónoma, promover la sobriedad energética, la economía circular, entre otros.
La neurogonomía ha de tomar en cuenta tales evoluciones en sus métodos y modos de intervención, en los niveles de análisis de la demanda, ampliación de las problemáticas, diagnóstico de la situación y pronóstico de transformaciones e impactos.
Dentro de la ciencia del riesgo, la interacción entre imponderables tecnológicos y naturales se aborda bajo la denominación de natech (riesgos naturales-tecnológicos).
Desde esa perspectiva, el Profesor Frank Willem Geels, postuló en el año 2022, en la Universidad de Manchester, un modelo pluridisciplinario de transición ecológica que vincula sociología, geografía, ciencia política, management y ciencias ambientales. Dicho modelo reconoce tres niveles: el régimen, el paisaje y los nichos.
El “régimen” designa el nivel institucional, el cual funciona sobre la base de reglas, convenios y rutinas, y es relativamente estable. El “paisaje” remite a un nivel macro y exógeno, corresponde al clima, a la demografía, al mercado de las tecnologías desplegadas a escala mundial. En cuanto a los “nichos”, constituyen el nivel micro de las innovaciones radicales emergentes. Se desenvuelven al margen de los regímenes, sobre proyectos experimentales en los cuales el aprendizaje ocupa un lugar importante. Según el citado modelo, la transición resulta de las evoluciones en esos tres niveles.
Pero la actividad humana no es neutra; es una respuesta a los impactos ambientales, al tiempo que produce ella misma, en sus maneras de proceder, efectos sobre el ambiente. El hombre, al realizar su trabajo, no está completamente escindido de la naturaleza ; actúa tanto como reacciona. La neuroergonomía toma en cuenta esa relación triádica sujeto-ambiente-sistema, considerando la provención en un entorno laboral en función de una demanda social.
En tiempos donde, la naturaleza y la biodiversidad se han convertido en áreas prioritarias, el impacto del clima extremo en hogares y lugares de trabajo se volverá en este 2024, una preocupación central, no solo por su frecuencia e intensidad creciente, sino también por sus efectos profundos en la economía global y la vida cotidiana.
Los hogares y lugares de trabajo, de todo el mundo están experimentando directamente las repercusiones de eventos climáticos severos. Desde el aumento de los costos de seguros y reparaciones hasta la necesidad de adaptaciones estructurales para soportar condiciones climáticas extremas.
Por eso es tan importante la gestión, el reconocimiento de las emociones, a través de una metodología, en nuestro caso, el métodoGNT y la aplicación de este entrenamiento en la neuroergonomia para poder provenir los riesgos laborales especialmente, motivados por y con el medioambiente.
- Dra.Viviana Laura Diaz. Magister en Relaciones Laborales Internacionales y Doctora en Derecho del Trabajo (UNTREF). Diplomada en Neurociencias Cognitivas. CoFounder y Directora Académica de GNT Mentoría Neurodigital. Directora docente en UNTREF y UCA. Funcionaria de la Secretaria de Trabajo de la Nación. Autora de varias publicaciones entre ellas Teletrabajo y Neurotecnología : una guía imprescindible para gestionar el Trabajo 4.0. www.metodognt.com vdiaz@metodognt.com ↑