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SOBRE POLIEDROS, JUNCOS y CONFLICTOS COLECTIVOS.

Claudio Fabián Loguarro

Abstract

Las respuestas de ayer pueden no ser las correctas para resolver los actuales y por demás numerosos problemas de un mundo globalizado que impone necesaria y urgentemente construir  nuevas soluciones bajo paradigmas distintos que se hagan cargo de la complejidad de esta nueva era digital y tecnológica  que con sus avances y retrocesos plantea desafíos diversos al sistema jurídico en cuanto a la formulación de nuevos conceptos, ideas, instituciones y métodos de interpretación dinámica del derecho que se hagan cargo de que el sistema jurídico no sólo trata de normas, sino de valores, realidad, argumentación y relaciones de poder en una relación sistémica.

El derecho no puede estar ajeno a ello, insistiendo  con posiciones pétreas que en virtud de su rigidez y dogmatismo impiden correr el horizonte de sentido apelando a categorías  y promesas incumplidas  propias del siglo pasado y de un mundo que ya no existe.

Tampoco puede soslayarse ni muchos menos naturalizarse las relaciones de desigualdad y pobreza estructural como dato de la realidad.

Descartado todo fundamentalismo ideológico en uno u otro sentido, el presente trabajo pretende dar cuenta  de  ciertas críticas reiteradas sobre las relaciones laborales y su conflictividad que  conllevan en realidad  la funcionalidad de lo que Pierre Bourdieu  ha denominado “mostrar para ocultar”: Anestesiar la posibilidad de abrir  caminos y alternativas para de tal suerte, impedir modificar el actual estado de situación de las relaciones laborales,  por demás injusto distrayendo la atención del estudio y reflexión sobre  cuestiones más profundas.

De tal suerte, se impone sortear  la trampa del juego de suma cero y animarnos a construir, entre todos, soluciones superadoras, propuestas innovadoras, posiciones que rompan artificiales disyuntivas de hierro  que impiden construir alternativas y puentes de consenso.

Nuestro Papa Francisco acude, con claridad, al poliedro para significar la necesidad de respeto y tolerancia a los opiniones ajenas,  a la verdad relativa que cada uno porta en base a sus circunstancias y contexto, para así construir el cambio cultural que demandará sin dudas un largo aliento pero que debemos recorrer si pretendemos una sociedad más justa y solidaria para nosotros y para los que nos continuarán.

“El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad.” (Evangelii Gaudium, n. 236)

Aclaraciones preliminares.

La temática a desarrollar alcanza conceptos que la doctrina clásica  no ha logrado desentrañar en toda su dimensión y complejidad –lo complejo a diferencia de lo complicado, no admite simplificación-, ello  con el único objetivo final de contribuir al debate propuesto.

Arrimamos nuestro  humilde aporte  que consiste en rescatar al conflicto como “posibilidad”  y a la negociación colectiva en clave política  como herramienta eficaz para la transformación y construcción, a nivel nacional y regional, de  relaciones laborales más fluidas  propias   de una sociedad  solidaria.

Cabe explicitar, de manera liminar, el marco teórico utilizado que implica dejar aclarada nuestra posición al respecto en cuestiones que, en muchas ocasiones y dado su carácter polémico, se pretende soslayar u ocultar bajo una aparente asepsia y neutralidad:

  • Las discusiones en derecho del trabajo no pueden darse  esquemáticamente o en el vacío propio de abstracciones y dogmatismos.
  • La reflexión debe estar destinada no a la contemplación sino  a transformar la realidad.
  • resulta impropio pretender adoptar posturas neutrales sobre el punto.
  • La Justicia Social  es una Justicia sin vendas en los ojos,  ello permite dar  cuenta de las desigualdades que como dato de la realidad se expresan en la sociedad.   

La mirada sesgada del conflicto colectivo.

Advertimos con cierta  perplejidad la mirada mezquina y patológica con que,  desde la doctrina  tradicional, se aborda todo lo concerniente a la conflictividad.

En efecto, al conflicto se lo analiza desde una  mirada lineal y  parcial y   únicamente  para limitar y licuar sus  efectos, consecuencias y trastornos, sin detenerse en considerar que el conflicto no es el piquete, la huelga, los cortes de rutas, las protestas callejeras, etc.

Los hechos anotados y sus circunstancias son las consecuencias de un conflicto y  no los conflictos en sí  mismos, ni mucho menos sus causas.

Reitero, el conflicto no es el corte de ruta. El corte de ruta es la manifestación de un conflicto no resuelto a tiempo;  o sea, constituye   su consecuencia y no su causa.

Por lo tanto, cabe meditar sobre las causas del conflicto y no sólo sobre sus manifestaciones o efectos.

Nótese las posturas clásicas en la materia cuando se abordan algunos de los aspectos de la huelga, por ejemplo,  (sujeto, objeto, finalidad, modalidades y tipicidad, entre otras) que confluyen, con variantes directas o indirectas,  en limitaciones al   ejercicio regular de un derecho típica y expresamente  constitucional.

Desde ya adelantamos, que nuestra posición lejos está de auspiciar la  conflictividad por  la conflictividad misma, lo cual sería un sinsentido. Ello así, se intenta contribuir al análisis  sin reducir la complejidad del tema.

Desde tal perspectiva, llama la atención  la falta de trabajos serios y exhaustivos destinados a comprender la dinámica y versatilidad de todo  conflicto más allá de lo normativo  lo que permitiría comprender su  complejidad y la posibilidad de  repensar alternativas de prevención  y autocomposición del conflicto para lo cual debemos partir de las causas y no únicamente de sus efectos o consecuencias que, como es obvio,  repercuten en la sociedad toda.   

Consideramos que nada es casual en la aproximación y  abordaje de las variables anotadas; nada es neutral en estos aspectos: nótese que  la salida de escena y la falta de comprensión integral del conflicto coadyuva, en última instancia,  a naturalizar  relaciones de fuerza.

Fruto de esa inercia instalada,  es la no  aceptación del  conflicto como producto natural  de 33333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333 relaciones desiguales de poder ni como manifestación del antagonismo producto de  visiones y proyectos colectivos  incompatibles.

Ello así, se impone para el derecho el rescate de la mirada política del conflicto que a diferencia de la aproximación jurídica tradicional,  no entiende al conflicto como  patológico sino como inherente, natural  y propio de toda sociedad pero que permite y posibilita a través de  acciones concretas la construcción de puentes y búsquedas de acuerdos y consensos colectivos posibles para su resolución y superación.

A problemas sociales, respuestas sociales y no sólo jurídicas.

Alguien pretende, en su cabal juicio, que exista una sociedad sin conflictos donde una de cada tres personas se encuentra  por debajo de la línea de pobreza?

Foucault   da cuenta que lo político se halla vinculado a la presencia de relaciones de poder que resultan inherentes y constitutivas a toda relación social y  desde dicho marco teórico se impone  aceptar el conflicto, el poder y la alteridad como constitutivas de todo orden y  relación social.

En esta tarea, el Poder Judicial no puede hacerse el distraído ni promover soluciones aparentes ni de edulcorante dorado. No cabe desentenderse de las consecuencias concretas de las posturas teóricas asumidas y mucho menos cuando se elaboran desde una zona de confort.

Cómo negar y pretender que no existan conflictos cuando de los propios datos oficiales  del INDEC surge para nuestro querido país la existencia de 13 millones de pobres lo que significa que  1 (uno) de cada 3 (tres) habitantes es pobre,  mientras que otros datos de la realidad dan cuenta que  el índice de  indigencia alcanza al 6,3 % y que  el  de pobreza aumentó al  32,2 %, guarismos que por su gravedad, nos  eximen de todo comentario.

Lo adeudado por la política no se soluciona con menos política, con su ausencia  o con la despolitización de la política sino con más “política”, con más diálogo, con más negociación en tiempos no apurados, con más control ciudadano y principalmente con mayor  participación, o sea, con más democracia.

Negociación permanente, democracia y participación efectiva en todos los niveles son el mejor y más natural reaseguro de un proceso de  saneamiento y legitimación  de los sindicatos.

Ahora bien, la actividad política se realiza, entre otras,  a través del establecimiento de normas jurídicas que establecen   posibilidades de acción.

Por ello, consideramos que el sistema legal que diseña el modelo sindical argentino, como el derecho en sí mismo, está condenado a una incesante puesta a punto.

Se impone en las asociaciones sindicales  garantizar:

  • Una efectiva democracia interna con padrones reales y depurados.
  • Una comunicación mucho más regular, amplia y constante entre sus órganos internos y los afiliados
  • Establecer, en su caso, mandatos expresos y vinculantes a los delegados
  • Garantizar los derechos electorales en todos los grados de la asociación y en toda su amplitud (elecciones directas, desarticular las limitaciones de la denominada “carrera sindical”) y
  • Periodicidad mandatos (impedir cristalización burocracia sindical).

El desafío es conciliar la libertad sindical con sindicatos fuertes que es lo mismo que decir con sindicatos eficaces, todo ello bajo el principio, idea matriz  rectora,  de la funcionalidad.

En nuestro caso, bajo el principio de autonomía colectiva y libertad sindical en toda su extensión y plenitud, surge  la negociación colectiva como  marco de encuentro y despliegue del conflicto  para su reconocimiento,  gestión y superación.

La clave está en la negociación permanente con sindicatos democráticos y fuertes.

Especial relevancia en dicho norte asume el rol del Estado y la aplicación de una legislación que impulse una  mayor competitividad y productividad en un mundo globalizado.

Constituye un error esencial establecer una sinonimia entre costo salarial y costo laboral. Debe ponerse también en la mesa de discusión la presión tributaria y sus niveles alarmantes que también inciden en la creación de empleo y generación de competitividad. Los costos del sistema impositivo aumentaron del 21 % del PBI a una presión tributaria del 35 % del PBI.

Buscar y construir un balance, en el que todos resulten satisfechos, en un plano real, dado que lo ideal es enemigo de lo posible.

Las negociaciones exitosas requieren:

Reunir desde el inicio la información necesaria, lo cual significa por extensión darle toda la importancia y aplicación al principio de buena fe, jerarquizado incluso  a partir del código civil comercial unificado, conformar equipos bien informados y con poder de decisión y remover componentes emocionales negativos que sólo sirven para escalar en agresiones que no llevan a ningún lugar saludable.

Aunque resulte obvio aclararlo, sin empresas no hay trabajadores, por lo que la tutela judicial debe alcanzar a ambas partes del contrato de trabajo.

El equilibrio no se logra situándose en ninguno de los extremos.

Ante los juegos del lenguaje, cabe advertir que ser flexible no implica necesariamente suscribir abdicaciones de derecho.

Conclusiones.

La negociación colectiva como motor del empleo.

Por lo expuesto, consideramos que  la política en la negociación colectiva no puede ser más que auspiciada, promovida y alentada, desde que recupera a través del dialogo, la imaginación, el consenso, el debate y el intercambio de ideas -la acción comunicativa- posibilidades y aportes concretos para la  transformación de la sociedad.

Ahora bien, los déficits innegables  de la política  no se solucionan con su ausencia, sino con más política y esta cuestión nos interpela a todos, no podemos exculpar todos nuestros problemas sin comprometernos y participar.

La contracara de la política y la negociación  colectiva van en el mismo sentido: tanto la no política como el conflicto considerado como patología  llevan al mismo destino: naturalizar y por ende, legitimar, el actual sistema de relaciones de poder subyacente y con ello, profundizar el deterioro no sólo económico sino moral de nuestra sociedad.

Dado que la gran mayoría aspira a un orden social fraterno, nada ni nadie  puede impedir la construcción de una sociedad más justa y solidaria por lo que se impone, seguir trabajando en tal sentido.

Se impone seguir trabajando en pos de  ideas fuerza, procurando  la consolidación de una sociedad nutrida a partir de la justicia social que, como sabemos,  es la justicia en su máxima expresión.

Dialogar bajo el marco de una negociación franca en un tiempo no apurado, con organizaciones sindicales fuertes pero también democráticas, desterrar el juego de suma cero donde un sector gana a expensas de lo que pierde el otro;    recuperar -en términos de Michel Foucault-  la parresia, ese coraje de decir la verdad y a partir de ahí, construir consensos, alternativas, puentes y  soluciones superadoras del antagonismo natural e inherente a toda  sociedad.

De lo que se trata es de construir bajo cimientos sólidos que para nosotros no significa otra cosa que edificar bajo el amparo de la  justicia social.

Debemos rechazar las dialécticas que enfrentan, recoger la perspectiva del otro sin perder nuestra propia identidad, establecer prioridades con rostro humano, no caer en la tentación de deslegitimar al otro porque piensa distinto.

Respeto, tolerancia y dialogo, son los elementos en la construcción de ese puente que nos una.

El derrotero señalado será objeto de críticas, desaliento y desesperanza por utópico pero lo que es cierto, es que sólo sembrando utopías, cosecharemos realidades.

Como sociedad debemos generar experiencia, aprender de los errores del pasado. Como enseña la cultura japonesa, tener la flexibilidad del junco para encarar los nuevos tiempos y sus desafíos.

La experiencia no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con los que nos pasa.

Generemos experiencia y construyamos una sociedad donde valga la pena vivir y donde la justicia social salga de los textos y se haga presente en la vida concreta de todos los que quieran habitar nuestro hermoso y querido país.