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Precarización laboral y Emprendedurismo

Por Sandra Valeria Morreale*

Introducción

Desde su creación en el siglo XVIII, la ciencia económica ha incluido en sus formulaciones teóricas la figura del empresario y del emprendedor, así como el concepto de emprendimiento. Pero llevándolo a un plano contemporáneo, hay es importante vincular las relaciones existentes entre dos fenómenos presentes en el mundo del trabajo contemporáneo: el emprendedurismo y la precarización laboral.  

Es cada vez más común la coexistencia del trabajo precarizado y la difusión del espíritu emprendedor, bajo discursos que abogan “sea su propio jefe”. De ahí, un número considerable de personas, no sólo en el ámbito de la Argentina, sino también en los demás países latinoamericanos, que tienen su trabajo por cuentas propias, casi siempre débiles e imprevisibles. 

Admitiendo que el emprendedurismo es una modalidad de trabajo diseminada como forma de alcanzar éxito y desarrollo personal, es importante analizar como ocurre el emprendedurismo en el contexto actual del mundo laboral, es decir, la forma como el fenómeno interactúa en un escenario de crecimiento de la precarización laboral. 

Partiendo de una construcción histórica de los dos conceptos – emprendedurismo y precarización –buscamos comprender la diseminación del espíritu emprendedor como una fuga del modelo del trabajo salariado, pero a la vez, reproductor de nuevas (o no tan nuevas) modalidades de precarización del trabajo acompañando la pérdida de derechos laborales.

En este artículo hacemos un recorrido del marco histórico y de los conceptos vertidos por algunos autores que definieron de alguno u otra manera al emprendedurismo, para luego abordar las distintas aristas del tema.

Problemática del mercado laboral

Desde principios de la década de 1970, se ha vivido a nivel mundial un proceso de transformaciones en la economía global que afecta directamente al mundo laboral. La desregulación del trabajo, la desaparición de puestos de trabajo y la apelación a la informalidad son reflejos del imperativo de la flexibilidad y la consecuente precariedad que fomentan las políticas neoliberales y la reestructuración productiva. Estos procesos han caracterizado los fenómenos de fragmentación, heterogeneidad y diversidad de la clase trabajadora del siglo XXI, en medio de una era de globalización, como señalan Antunes y Alves (2004). 

En este sentido, el aumento de la competencia, el aumento de las demandas del mercado, los modelos de trabajo, las técnicas de producción más eficientes y la racionalización de los costos de producción tuvieron fuertes impactos en la mano de obra asalariada.

Este proceso genera una gran inestabilidad social y económica, lo que requiere una serie de estrategias de adaptación en el mercado laboral.

En este momento de crisis social establecida, de sociedad de riesgo (Beck, 1999), de manera contradictoria, el capital lanza a los trabajadores una serie de discursos de oportunidad de negocio, de independencia financiera, de éxito individual y, con ello, comienza a rediseñar los mecanismos de explotación del trabajo, haciéndolo cada vez más precario (Antunes, 2009). Todo esto apunta a la idea de que el mercado laboral se vuelve más productivo, apoyando nuevas formas de explotación basadas en el discurso de la flexibilidad.

En medio de este proceso, la demanda de un nuevo perfil de trabajador y el discurso capitalista dieron lugar a la propagación del espíritu emprendedor, proclamado por la economía como palanca de una nación (Schumpeter, 1985). La nueva ética del trabajo empresarial construye la imagen del emprendedor como proveedor de héroe del desarrollo, y delega en el sujeto un poder y una responsabilidad autónomos para asumir individualmente la percepción de nuevos negocios.

La problemática de la falta de acceso al mercado laboral, llevo a las personas a buscar recursos para subsistir e ingresar al mercado laboral de alguna manera.

Surge el emprendedor en una sociedad globalizadora e impositiva, producto de una creciente lógica neoliberal y mercantil, como el sujeto ideal capaz de asumir desafíos de riesgo e incertidumbre del entorno. Ser emprendedor es una forma de vida, un modelo cultural, un modo de estar, de relacionarse con el mundo; lo que conlleva a que las futuras generaciones, en cierta forma, se vean obligadas a adquirir este estilo de vida; si de asegurar su desarrollo pleno se refiere, o caso contrario, a verse como subyugadas por la falta de oportunidades.

¿Qué entendemos por emprendedores o emprendedurismo?

El emprendedurismo es un campo de estudio bastante amplio, sus inicios datan del siglo XVIII en Francia con los primeros autores siendo el de mayor importancia Richard Cantillon el cual define al emprendedor como “el individuo que asume los riesgos en condiciones de incertidumbre” (Toro y Ortegón, 1999), fue el primero en utilizar el término entrepreneur a fin de diferenciar a un individuo distinto al producto de la economía que recibe salarios y rentas, llamado contratado.

En virtud de las características que presenta el autoempleo en Argentina, el discurso que pondera el emprendedurismo lejos de ser una solución a los problemas de empleo, y específicamente a las altas tasas de desocupación en la población entre los 20 y 50 años de edad, legitima desigualdades sociales. 

La ilusión de ser empresarios de sí mismos bajo el mito de la igualdad de oportunidades, se enfrenta a la desigualdad de posiciones entre las personas empleadas, lo cual contribuye a naturalizar el lugar que se ocupa en la estructura social.

Richard Cantillon, economista irlandés-francés, introdujo por primera vez, en la literatura económica del siglo XVIII, el término “entrepreneur”. Su aporte ha sido verdaderamente relevante para comenzar a comprender el concepto de emprendedor y el rol que juega el emprendimiento en la economía (Castillo, 1999).

Cantillon define al “entrepreneur” como el “agente que compra los medios de producción a ciertos precios y los combina en forma ordenada para obtener de allí un nuevo producto”. Distingue que el emprendedor, a diferencia de otros agentes, no posee un retorno seguro. Y afirma que es él, quien asume y soporta los riesgos que dominan el comportamiento del mercado (Thornton, 1998). 

También, Juan Bautista Say (1767-1832) fundador de la escuela clásica francesa y discípulo de Adam Smith. Influido por su experiencia en los negocios, utilizó en su libro el término “entrepreneur”, distinguiendo entre el prestamista de fondos (capitalista) y quien combina la tierra, la mano de obra y el capital en empresas de negocios. Say afirmó que el “entrepreneur” es un individuo líder, previsor, tomador de riesgos y evaluador de proyectos, y que moviliza recursos desde una zona de bajo rendimiento a una de alta productividad.  Say destaca el hecho de que el éxito emprendedor no sólo es importante para un individuo, sino también para la toda la sociedad.  

 

¿Es una Posible solución al desempleo?

 

Repasemos la evolución de la palabra emprendedor. La palabra emprendedor se origina de la palabra francesa “entrepeneur” que significa “pionero”. Aparece a principios del siglo XVI para referirse a los aventureros que viajaban al nuevo mundo en búsqueda de oportunidades, sin tener la certeza de que esperar.

A principios del siglo XVIII los franceses extendieron el significado del término a quienes se dedicaban a desarrollar grandes proyectos de infraestructura, apoyados en los principios arquitectónicos de la época. Fue traducida al inglés como mercader, aventurero, empleador. 

Se introdujo al idioma español oficialmente en el año 1732, cuando fue definida por primera vez en el diccionario de la real academia española (Carmen y Viveros, 1996).

En la actualidad se utilizan diferentes términos como; emprendimiento, emprendedurismo, emprendizaje, emprendedorismo y otros para referirse al estudio de aspectos relacionados con el emprendedor; sin embargo, la real academia española no reconoce estos términos, sino únicamente emprendimiento; mismo que define solamente limitándose a la conducta humana de emprender y sin considerarlo como disciplina de estudio.

El emprendimiento o el emprendedor como objeto del estudio científico cuenta con una larga trayectoria (Audretsch, 2012). Ha demostrado ser una de las áreas más dinámicas de las ciencias administrativas y sociales (Wikluld, Davidson, Audretsch & Carlsson, 2011).

Parece ser que el termino no causo impacto en los economistas de la época. De acuerdo con Perdomo Charry, 2010 el emprendedor prácticamente desapareció de la literatura debido a que Adam Smith, David Ricardo y Marx acotaron la función emprendedora dentro de la del capitalista, que se acomodaba mejor a sus respectivas teorías económicas.

El termino emprendedor retomo relevancia gracias al trabajo de Jean-Baptiste Say que es considerado como uno de los grandes pioneros del emprendimiento (Casson, 2003).

Say amplio el concepto de emprendedor de Cantillon; no solo al que toma decisiones en condiciones de riesgo; sino a la gente de cambio, que aglutina y dispone de los medios de producción, los recursos naturales, humanos y financieros, para construir una empresa y lograr la recuperación del capital invertido, de los gastos en que se incurrió y de las utilidades que se buscan. En este sentido, amplía su importancia económica y concibe al emprendimiento como un “trabajo superior” que implica un conjunto de servicios productivos representados por un esfuerzo físico, aptitudes, habilidades intelectuales e incluso artísticas (Boggio Vazquez, 2011; Carmen & Viveros, 1996; Casson, 2003; Suarez Nuñez, 1996).

La escuela económica neoclásica del siglo XX, retoma importancia de los emprendedores en el desarrollo del proceso productivo con los trabajos del economista ingles Alfred Marshall (1842 – 1924), en su libro “tratado de principios económicos”, describe al emprendedor como quien organiza el factor tierra, capital y trabajo, crea nuevos productos o bien mejora los planes existentes de producción (Carmen & Viveros 1996). Sin embargo, el enfoque estático de la corriente neoclásica económica no acomodo fácilmente el termino con sus connotaciones dinámicas que conlleva y su aparición, aunque frecuente es más bien simbólica (Bidhe, 2001; Casson, 2003).

Frecuentemente las personas se preguntan ¿cómo nacieron las grandes empresas que lideran tantos los mercados nacionales como internacionales? En todos hay un punto en común, que quien inicio el negocio fue emprendedor. 

Pero la realidad es que hay personas que no encuentran entusiasmo en serlo o se encuentran influenciados en el factor miedo, producido por un entorno familiar y social que los incentivo desde jóvenes a no emprender, enfocándose en la búsqueda de un trabajo mejor formal.

A lo largo del tiempo, las distintas experiencias de vida, muestran que no se ha podido sostener un período prolongado de crecimiento emprendedor. Producido por diferentes causas, ya sean el cambio de gobiernos, políticas económicas, monetarias, o únicamente por variables económicas de mercado. 

Amartya Kumar Sen, oriundo de India e inspirado por un economista escocés del siglo XVIII, un matemático francés y un reconocido poeta bengalí, pasa fluidamente de la filosofía a la ética y a la economía, para dedicarse a algunos de los aspectos más espinosos del desarrollo. Es el primer indio —y el primer asiático— en recibir el Premio Nobel de economía en 1998. Nos acerca un pensamiento distinto al tema.

Sen formula un concepto de desarrollo humano orientado al aumento de oportunidades de las personas. Aunque habla de capacidad, al vincular la calidad de vida y el bienestar con la libertad, no enfoca su uso en el ámbito pedagógico, sin embargo, otorga a la Educación un papel protagónico en un mundo globalizado y estimula a los Estados y organismos internacionales a realizar inversiones en este campo. 

Entre sus principales elementos tenemos: capacidades, funcionamientos y circunstancias de la conversión de recursos en funcionamientos. Sen define al funcionamiento como algo que se logra, mientras la capacidad es la facultad de lograr; los funcionamientos están de alguna manera más directamente relacionados con las condiciones de vida (son diferentes aspectos de la misma). Las capacidades son una noción referente a la libertad en un sentido positivo: “qué oportunidades reales se tienen en relación con la vida que uno podría llevar”.

Opuesta a la concepción predominante de desarrollo económico tradicionalista caracterizada por la producción eficiente de más bienes con el objeto de maximizar su utilidad, donde lo que importa es el consumo de bienes y recursos, los deseos humanos son ignorados porque se enfoca en la utilidad derivada por las cosas que se escogen y no en el proceso de escogerlas; en otras palabras, el análisis económico tradicional ignora las preocupaciones sociales por ende el bienestar social.

Sostiene que el aumento de la libertad del hombre es el principal objetivo del desarrollo y que las capacidades individuales dependen fundamentalmente entre otras cosas de los sistemas económicos, sociales y políticos, es decir podrían ser seres que participan activamente si se les da la oportunidad.

El Estado y la sociedad tienen un gran papel en el reforzamiento y en la salvaguardia de las capacidades humanas; ayudando, pero no proporcionando algo ya acabado. En su libro Desarrollo y Libertad concibe a la libertad como un factor eficaz para conseguir rápidos cambios, sostiene que los seres humanos se convierten en agentes, ya que, por medio de sus habilidades, conocimientos y esfuerzos, aumentan las posibilidades de producción; adquieren la habilidad para llevar el tipo de vida que consideran valiosa e incrementan sus posibilidades reales de elección; no solo como instrumento de producción económica sino también de avance social. Por tanto, el enfoque de las capacidades relaciona directamente el bienestar y la libertad de las personas; su función indirecta a través de su influencia en la producción económica y su función indirecta a través de su influencia en el cambio social. 

Pero ¿Ha logrado la educación potenciar las capacidades naturales del hombre: la racionalidad, la conceptuación y abstracción, lingüística, artística, ética, cooperación, lógico-matemática, metalingüística y metacognitiva, libertad, disciplina, producción, adaptación y aprendizaje? En una sociedad que solo pretende educar para las competencias básicas de leer y escribir, nociones elementales de cálculo y de ciencias, competencias laborales profesionales fundamentales que inserten al individuo en un mercado de trabajo ya por demás saturado y limitado para las futuras generaciones, la respuesta es más que clara. 

Retomando el pensamiento de Amartya Sen el enfoque de las capacidades fue concebido en el ámbito económico social en los países empobrecidos, en el que se vincula calidad de vida y el bienestar con la libertad, ha ido tomando relevancia el desarrollo humano como el proceso de aumentar las oportunidades de las personas.

La educación sirve para aumentar las capacidades de vivir una vida valiosa, y a la educación concebida como generadora de oportunidades ampliando así la libertad e igualdad de género y que es personal, interpersonal, social, política y potencialmente redistributiva. Por lo tanto, el enfoque de las capacidades y trabajar sobre ellas, es más amplio al del capital humano, pues considera otros aspectos no económicos. Sen considera “cómo viven las personas, sino también qué alternativas tienen las mismas”.

Parte de la ideología de Sen encuentra en que el desarrollo suele concebirse como un proceso de expansión de las libertades reales de los individuos, por lo tanto, una sociedad sin garantías económicas (libertad económica) no es capaz de brindar las libertades fundamentales (sociales, políticas y culturales); de otro modo, estas dependen de la industria, la tecnología y la modernidad social (sociedad industrializada). 

Desde la mirada de Sen, el desarrollo de un grupo social está determinado por la libertad que este posee, producto de la interacción de sus integrantes en búsqueda del bienestar como objetivo primordial de transformación, ya sea como el proceso a través del cual sus ciudadanos mejoran su calidad de vida, incrementan los bienes y servicios que cubran sus necesidades básicas y complementarias en un ambiente que respete y considere los derechos humanos. Bajo este ideal de sociedad es donde la promoción de la Cultura de emprendimiento toma sentido, conjuntamente con el rol protagónico que el Estado debe asumir con la creación de planes, programas y proyectos que cumplan con dicho propósito.

En este sentido, sostiene que el sistema educativo es el mecanismo más idóneo para fomentar la cultura del emprendimiento por su poder transformador, capaz de modificar actitudes y comportamientos en los individuos. 

Es por ello, que de aquí podemos pensar otro interrogante, de si el emprendedor ¿nace o se hace? Sin embargo, la educación en emprendimientos no es una realidad y es prioritario la intervención pública que favorezca el beneficio social y colectivo.

José De Souza Silva, en su libro “El Emprendimiento Social En El Cambio de Época,” expresa, que, aunque la retórica y la política compensatoria camufle la globalización con conceptos como capital social, solo revelan la visión mercantilista del mundo, y que no favorece para nada al emprendimiento social, justo en la región que más lo necesita como es América Latina, puesto que impone a los emprendedores la razón de mercado sobre la razón social, bajo la idea individualista del neomercantilismo como una lucha de sobrevivencia basada en la competencia.

En este sentido, el neoliberalismo concibe la figura del emprendedor como una “cuestión de mente”, que obliga, a todas las personas al crecimiento personal en un contexto de escasez, pobreza y pugna de poder. En un contexto y escenario, donde el Estado se encarga de naturalizar la visión de cambio, riesgo, y precariedad revirtiendo las aptitudes paralizantes del individuo por otras más activas. Así mismo, ha instaurado el pensamiento que el egoísmo y el individualismo es una forma de vida y deber social y que la competencia y el mercado son situaciones propias del contexto.

En el análisis crítico realizado por su autor en “Apología del emprendedor”, Víctor Ginesta Rodríguez, deja de manifiesto las implicaciones que generan las políticas del Gobierno de España en cuanto a la Ley de apoyo al emprendedor, como un ejemplo de la ideología que la estimula no solo en Europa sino en el mundo entero. Denota el requerimiento de crear “una cultura emprendedora” y un “ecosistema económico” que incentive la propagación de la tarea emprendedora, causa de grandes cambios en campos de acción como: el mercado de trabajo y la educación.

Tomando a Pierre Bourdieu, sociólogo francés, hace un análisis tomando a la sociedad como un campo que lo define como una red o configuración de relaciones objetiva entre posiciones que se definen objetivamente a sus ocupantes, ya sean agentes instituciones, por su situación actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital), cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo. 

Dentro de ese campo existe una relación jerárquica en cuanto a las formas de capital que son económico, cultural, social y simbólico, algo en lo que pueden convertirse los demás tipos de capital. La distribución de los distintos tipos de capital es lo que configura la estructura del espacio social y determina las oportunidades de vida de los agentes sociales. Cada jugador tendrá éxito y se moverá en el campo en función de la estructura de capital que cada una posea. 

Si hacemos una analogía con su teoría, lo más probable es que el jugador que posee poco capital económico, y decida emprender “para salir del paso” porque se quedó sin trabajo, difícil que lo pueda sostener en el tiempo teniendo fecha de caducidad, que es el momento en que el emprendedor vuelva a conseguir empleo en relación de dependencia. En cambio, quien tenga más poder cultural, probablemente tenga más posibilidades de sostener en el tiempo su emprendimiento, como podría ser un profesional o en el caso que tenga conocimientos específicos. En el caso del campo social, podemos ubicar, quienes emprenden con muy poco capital, y quienes además sus relaciones sociales se ven acortadas y limitadas, o sea el medio en el que ese agente se mueve, ejemplo de ello, podemos mencionar los manteros, vendedores ambulantes, que revisten la condición tributaria de Monotributo Social para tratar de no estar fuera del sistema y poder mantener la legalidad en las calles donde realizan sus ventas, que se convierte en su forma de vivir y que seguramente será muy difícil que varíe su capital dentro del campo.

Ahora, quién emprende, debe tener en cuenta quienes serán compradores. La manera de validar un modelo de negocio es teniendo clientes que paguen por el producto y/o servicio, es decir, que el producto genere impacto en el potencial cliente, llevándolo a realizar la compra. Pero Bourdieu, habla en su teoría del campo simbólico, es decir aquellos agentes cuyo peso dependerá de su capital simbólico, esto es, del reconocimiento, prestigio, honor o no, que reciben de quienes desarrollan el habitus adecuado para participar en el juego, es decir quienes posean este capital contarán con más posibilidades de emprender con éxito y mantenerse en el tiempo, consolidando su emprendimiento al punto de convertirse en empresario.

 

¿Emprendedor y empresario es lo mismo?

Fernando Trías de Bes, en “El libro negro del emprendedor” del año 2007, él es emprendedor, empresario y autor de diferentes libros relacionados con el mundo empresarial. 

Una de los factores que han convertido este libro en un referente es que ha sido escrito desde un punto de vista diferente al del resto de libros sobre emprender, porque el autor pretende desanimar al emprendedor enfocándose en las claves que llevan al fracaso. 

Para el autor, emprender no es montar un negocio, sino que es una forma de enfrentarse al mundo. 

El mismo sostiene que el emprendedor es aquel que inicia desde que es un proyecto, visualizando una beta de negocio a través de una idea propia o de copiar una ya existente. En este proceso de evolución, el emprendedor va superando diferentes etapas hasta llegar a ser empresario. Se considera, que el mismo es un empresario cuando lleva en el tiempo un prolongado sostenimiento de desarrollo económico. 

La persona que emprende debe, en cierta medida, ser amante de la inseguridad de no saber qué va a pasar mañana. La rutina no está ligada con la vida de un emprendedor, al revés, está relacionada directamente con los cambios de planes continuos. 

Para la persona que tiene alma de emprendedor, emprender se convierte en un medio y en un fin al mismo tiempo. 

También analiza las cuestiones que suelen surgir cuando el negocio ya está rodando y en marcha, a partir del segundo año de actividad.

Y también habla de un tema clave que es cómo pasar de ser emprendedor a convertirse en empresario. Analizando de lleno la diferencia entre empresario y emprendedor.

El emprendedor es una persona que disfruta emprendiendo, es decir, creando cosas. El empresario es alguien a quien le apasiona generar crecimiento y, sobre todo, gestionar. 

 

Gestionar es importante para emprender, pero en el caso de crecer es conditio sine qua non. O uno sabe gestionar bien o no sabrá crecer y cometerá errores que pueden llevarlo al fracaso. No todo emprendedor es un buen gestor del crecimiento. O porque no sabe hacerlo, o porque no le gusta. 

Y por eso es determinante que el emprendedor sea capaz de identificar cuándo es el momento de apartarse a un lado y poner a un profesional que gestione el negocio, un especialista con determinación y enfoque necesarios para conseguir hacerlo crecer.

Es necesario que el emprendedor sea capaz de liberarse de las ataduras emocionales que le atan al negocio y soltar las riendas.

Conclusión

Emprender no es un tema fácil, pero a veces es la única salida con la que contamos. Si bien a nivel de política estatal hay recursos financieros para los emprendedores, pero estos esfuerzos no alcanzan, ¿qué se puede mejorar? Es necesario, aceitar los mecanismos de llegada al emprendedor. Empezando por generar menos burocracia para llegar al financiamiento, y desde ahí poder enfocar realmente en los problemas que posee el emprendedor en su totalidad.

Por otro lado, sería muy interesante que se impulse la creación de emprendimientos con cursos de entrenamiento, capacitación y/o simulación de negocios en los colegios, con el objetivo de dar herramientas y educar al adolescente con una visión de negocio. Es fundamental que un emprendedor cuente con suficiente asesoramiento y capacitación en el logro de canales de comercialización y negociación, éstos serían unos de los principales caminos para alcanzar la consolidación de un negocio.

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*Abogada, Profesora, de la Universidad John F. Kennedy, actualmente forma parte de un trabajo de investigación financiado por la institución.