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Disciplinas Científicas

El advenimiento de las especializaciones tuvo su inicio en la dualidad sujeto-objeto, plasmada bajo el concepto de “disciplina”, a finales del siglo XIX en Francia.

La raíz “disciplina” surgió con la aparición de las Universidades en el siglo XII. Pese a que la interdisciplinariedad constituyó una expresión en avance durante el siglo XX, se pueden individualizar tres etapas. La primera, su surgimiento con el pensamiento occidental, desde los clásicos de la antigua Grecia hasta los pensadores contemporáneos. En el año 1637, la obra de Descartes, “El discurso del método”, con la res cogitans, cosa que piensa y la res extensa, cosa medible, describe el primer planteamiento de la división sujeto y objeto, el elemento que origina la variedad de las disciplinas y que puede tomarse como punto de partida. La segunda, desde la Primera Guerra Mundial hasta los años 30 con esfuerzos aislados sin connotación en el mundo académico; la tercera, desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente [1]).

La interdisciplinariedad no es otra cosa que la reafirmación y constante epistemológica de la comunidad de saberes. En la Ciencia Moderna, la preocupación de Galileo, Descartes y Bacon por la sociedad científica interdisciplinaria fue invariable. La diferencia radica sólo en que añadieron a esta agrupación interdisciplinar la necesidad de una comunicación entre las disciplinas, elemento que retoma la interdisciplinariedad a mediados del siglo XX.

En el siglo XVIII se desarrolló en Francia el Enciplopedismo que intentó reducir el conocimiento en espacios pequeños. La idea enciclopedista agrupaba el conocimiento en un único lugar para rememorar su pasado: el enkuklios paideia de los griegos y el orbis doctrinae de los romanos. La filosofía se colocaba en un punto elevado. Con grandes esfuerzos, sus iniciadores se prepararon en la elaboración de una enciclopedia que recogiera el saber de la humanidad de aquel entonces, con el objetivo primordial de divulgarlo6).

Durante el siglo XIX, el trabajo científico adquirió cierto esplendor. Los acontecimientos sociales y los saberes precedentes hicieron que las especializaciones llegaran a su máximo grado y surgieran los super-especialistas, que sabían sobre un campo muy pequeño como exponente del “yo sólo sé que no sé nada”. Lejos estuvo lo interdisciplinario, marcado por las corrientes filosóficas del momento: el positivismo y el cientificismo. Gusdorf lo describe como la época más pobre del avance interdisciplinar: “el siglo XIX parece caracterizado por un retroceso de la esperanza interdisciplinaria; la conciencia científica parece vencida y como abrumada por la masa creciente de sus conquistas, la acumulación cuantitativa de las informaciones parece exigir el precio de un desmantelamiento de la inteligencia” 6).

Cada disciplina científica se caracteriza por considerar el universo de las “cosas” desde un único punto de vista específico, concentrando su enfoque sobre unos pocos “atributos” de las cosas y dejando fuera de su campo de investigación todos los demás atributos, tales como sus propiedades y relaciones. Por consiguiente los conceptos que expresan dichos atributos y los predicados que traducen estos conceptos en el lenguaje son también especializados, así como los procedimientos operativos que permiten controlar directamente la validez de las proposiciones de una determinada disciplina.

Cada disciplina se identifica por una especificidad de conceptos, lenguaje, métodos y lógicas. Si la interdisciplinariedad se presentara como una propuesta de eliminar estas condiciones y de obligar a cada disciplina a servirse únicamente de conceptos, métodos y tipos de argumentos propios del lenguaje común, ello nos obligaría a renunciar a los aportes cognoscitivos de las diferentes Ciencias y todo sería reducido a un discurso vago, genérico y superficial.

Al Derecho del Trabajo se lo denominó “Derecho Nuevo” por desbordar los moldes clásicos, era un derecho con un valor social distinto y que aunque no alcanzaba a ser un derecho de excepción, se trataba de un derecho especial, que se distinguía del Derecho Común que supone la igualdad de las partes, porque precisamente él nace de la idea de la desigualdad (económica) de ellas[2]).

El Derecho del Trabajo ordena la concepción del hombre de acuerdo con su realidad. Retomando el viejo aforismo romano que reza que “todo derecho existe por voluntad del hombre”, podemos agregar que el derecho “es el resultado del acontecer cultural en un espacio y tiempo determinado” [3]).

Pero deberíamos abordarlo desde un enfoque sistémico interdisciplinario.